Como seres humanos, somos maestros en contar historias. Hemos contado historias desde los albores de la civilización, ¡compartiendo las nuestras o escuchando a los demás!
Es a través de la narración que podemos mantener un registro de la abrumadora cantidad de cosas que nos suceden a lo largo de nuestra vida.
Es la forma en que damos sentido al mundo que nos rodea y a las cosas que son importantes para nosotros.
Es cómo construimos nuestra identidad y comenzamos a sentirnos seguros de que "sabemos quiénes somos".
Nuestras historias dan coherencia a nuestras vidas; sin ellas, ¡la experiencia humana se sentiría muy inconexa y confusa!
Y lo que es más importante, las historias nos permiten predecir el futuro. Como cada historia sigue una trayectoria, podemos hacer una suposición fundamentada sobre cómo terminará, lo que nos brinda una increíble sensación de comodidad y seguridad.
¡Contar historias es una parte importante de la experiencia humana!
Cuando miro hacia atrás en el tiempo y recuerdo las historias que cuento sobre cómo conocí a mi marido, cómo nacieron mis hijos o cómo llegué a vivir en la ciudad que tanto amo, todas me llenan de calidez y alegría. ¡Estoy segura de que tú también tienes ese tipo de historias!
Y mientras pienso en las historias que estoy viviendo actualmente, ¡puedo ver cómo me ayudan a sentirme cómoda en mi futuro ya que me dan la oportunidad de predecir lo que sucederá en los próximos años!
"Porque soy este tipo de persona y hago este tipo de cosas, mi futuro estará lleno de (completa el espacio en blanco)"
¡Estoy segura de que tú también tienes esas historias actuales!
Pero ¿qué pasa con esas historias que llevamos a cuestas y que no son tan beneficiosas? ¿Esas historias que nos mantienen conectados con nuestro dolor y nuestras creencias limitantes?
¿Hay algo que podamos hacer cuando nos sentimos agobiados por historias que nos dañan en lugar de ayudarnos?
¡Sí! ¡La hay!
(¡No te preocupes novia, no te dejaré colgada!)
La buena noticia es que nuestras historias son maleables, no están escritas en piedra. Los hechos de nuestras historias pueden serlo, pero la forma en que las contamos no lo es.
Algunos de nosotros nos hemos contado las mismas historias durante tanto tiempo que ya no nos damos cuenta de que nuestras historias están plagadas de opiniones, suposiciones y lagunas. Creemos que nuestras historias son verdad, ¡pero no lo son!
¡¡¡Y esa es realmente una muy buena noticia!!!
Si tienes una historia que es dolorosa o que te limita, esa historia no está escrita con tinta, se puede reescribir, e incluso hacer pequeñas ediciones en la historia puede tener un gran impacto y cambiar la forma en que te sientes, lo que crees que es posible y la dirección hacia la que te diriges.
Pero antes de analizar cómo hacerlo, ¡hablemos de cómo se crea una historia en primer lugar!
Una historia comienza de una manera tan sencilla...comienza con un sentimiento.
Algo sucede en nuestras vidas y nos hace responder con un sentimiento y podríamos simplemente dejarlo pasar (ya que, para su información, la mayoría de los sentimientos no duran más de 20 a 30 segundos), pero en lugar de hacer eso, hacemos algo que nos inicia en el camino de la narración de historias.
Tan pronto como tenemos un sentimiento, le asignamos un pensamiento, que casi inmediatamente comenzamos a justificar, analizar o racionalizar, ¡y así comienza la narración!
Y antes de que nos demos cuenta tenemos estas historias elaboradas que pueden o no ser la mejor representación de los hechos.
Y no sé de ustedes, pero definitivamente me he visto envuelta en una historia que me ha atrapado en una vida que no quería.
¡Afortunadamente podemos descomponer esas historias y reescribirlas de una manera que no niegue los hechos ni el dolor, pero que aún nos abra al amor, a la sanación y a una posibilidad!
Tomar conciencia de su historia:
A veces tenemos una historia que nos controla, pero no tenemos una idea clara de cuál es esa historia porque la contamos en fragmentos o porque la historia se formó hace tanto tiempo que ya no somos plenamente conscientes de ella. Por eso, tener claro cuál es exactamente nuestra historia es un primer paso importante.
Encontrando los hechos en tu historia:
Es importante recordar que nuestras historias suelen estar llenas de suposiciones, lagunas y opiniones. Eliminarlas de la historia y analizar únicamente los hechos desnudos puede ser revelador y darte un respiro, además de preparar el terreno para mirar la historia de una manera nueva.
Entendiendo tu historia:
¿Qué hechos faltan en tu historia? ¿Qué partes de las circunstancias necesitas conocer más? Si te tomas el tiempo de cuestionar algunas de tus suposiciones, ¿qué más podría ser cierto? ¿Qué ves si miras tu historia desde la perspectiva de las otras personas involucradas? ¿Desde la perspectiva de las personas que te aman y se preocupan por ti?
Aprendiendo de tu historia:
Nuestras experiencias en la vida son oportunidades para crecer y convertirnos en personas superiores. Con esto en mente, pregúntate qué te ha enseñado esta historia. ¿Cómo has crecido gracias a ella? ¿De qué manera eres una mejor persona gracias a esta experiencia? ¿Por qué puedes sentir gratitud? Por otro lado, ¿de qué manera esta historia te ha limitado de maneras que ya no estás dispuesto a aceptar?
Transformando tu historia:
Sabiendo que tienes el control de la historia que cuentas, ¿cuál es tu nueva historia ahora? ¿Qué sabiduría aporta esta nueva historia a tu vida? ¿Cómo puedes contribuir ahora al mundo de una manera de la que antes te sentías incapaz? ¿Qué acciones me abre esta nueva historia? ¿Qué nuevo final puedes anticipar gracias a esta nueva historia?
Nuestras historias pueden ser nuestros mayores regalos y pueden ser el legado que le transmitamos al mundo de lo que la humanidad es capaz de hacer. ¡Disfruta escribiendo tu historia, no puedo esperar a escucharla!
Besos y abrazos
Meg
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