No sé qué piensen ustedes, pero a mí más de una vez alguien me ha dicho:
“¡No seas tan emocional!”
O
“¡No deberías sentirte así!”
O
“¡Supéralo ya!”
Y durante muchos años sentí vergüenza al escucharlo.
Me sentí avergonzada por mi aparente falta de control, mi aparente exceso y mi incapacidad de encajar en la mentalidad lógica que mi entorno parecía preferir.
Y entonces hice lo que muchos de nosotros hemos hecho: ¡me escondí!
¡Fingí que siempre estaba bien y que nada me molestaba nunca!
Cada vez que surgía una emoción, hacía todo lo posible por reprimirla. La enterraba tan profundamente que, al final, creía haber olvidado que estaba allí.
Y yo pensaba que estaba caminando por la vida como se suponía que debía hacerlo.
Pero las emociones tienen algo curioso: no se pueden negar para siempre. Al final, me encontré viviendo en la duplicidad: mi mundo exterior parecía estar bien y la gente incluso me describía como feliz. Había aprendido a usar “la máscara”.
Pero mi mundo interior era completamente diferente: por dentro me sentía encogida, resentida y entumecida. No tenía idea de que cuando cerré mi capacidad de sentir algunas de las emociones más difíciles, como el dolor, la ira y la decepción, también había cerrado mi capacidad de sentir alegría, satisfacción, gratitud, alegría, etc.
Recuerdo que la primera vez que escuché que las emociones eran… buenas, que permitirnos sentirlas era saludable y era el camino hacia la acción beneficiosa.
¡Sentía sospechas, pero también una extraña atracción por la idea!
Cuanto más aprendía, más sorprendido estaba; sorprendido de que lo que había pensado que era mi debilidad era en realidad mi fortaleza.
Imagínense mi sorpresa cuando supe que las emociones son el vehículo que usamos para recorrer el camino del “problema” a la “solución”.
¡Que ellos son el combustible que te da la energía para seguir adelante y que fueron los creadores de la claridad, no los autores de la confusión!
Aprendí que las emociones sólo duran un promedio de 6 a 90 segundos en el cuerpo, y que sólo cuando vinculamos pensamientos a las emociones logramos que duren más, atrapándolas potencialmente en nuestro cuerpo.
Y así comencé a prestar atención a mis emociones y a escuchar atentamente los pensamientos que asociaba con ellas.
¡Y finalmente comencé a hacer mejores preguntas!
Preguntas como:
“¿Qué está tratando de decirme esta emoción?”
“¿Qué demuestra que es importante para mí?”
“¿Qué necesita esta emoción que yo valide y presencie?”
“¿Qué cambios me dice que necesito hacer?”
Aprendí a montar mis emociones como una ola y que al otro lado de la ola había calma, claridad, alivio e información importante sobre cuál sería la mejor acción en cualquier situación en la que me encontrara.
Y entonces tal vez hoy necesites que te recuerden que las emociones que sientes son buenas, incluso cuando son difíciles de tener, tal vez hoy necesites que te recuerden que está bien sentirlas, que son tus regalos: cada emoción tiene envuelta en sí información importante sobre lo que necesitas, lo que valoras, lo que prefieres y lo que te brinda placer.
¡Tómate el tiempo para experimentarlos todos! ¡Aprende a hablar con ellos y a hacerles preguntas sobre su propósito y sobre la acción a la que te están llevando!
¡Regálese el privilegio de experimentar plenamente las emociones que aparecen en su vida! ¡Puede que se sorprenda gratamente con lo que sucede cuando lo hace!
Descarga tu afirmación de julio:
Meg es una coach de vida, hipnoterapeuta y presentadora de podcast (The Art Of Being H(YOU)man) a quien le apasiona caminar con personas que quieren más de la vida que solo el status quo.
Ella cree que la vida no tiene que funcionar exactamente como pensamos que “debería” para ser disfrutada y que las personas no tienen que ser perfectas para ser amadas.
Ella cree que todos tenemos la voz de la verdad en nuestro interior, pero que a veces puede resultar difícil escucharla. Y lo más importante, que debemos vivir entre la tensión de aceptar las cosas que no podemos cambiar y tomar medidas enérgicas para cambiar las cosas que sí podemos.
Meg crea espacios donde las mujeres pueden reducir la velocidad y procesar todas las cosas que influyen y controlan sus vidas: sus pensamientos cotidianos, sus emociones y las historias que se han estado contando a sí mismas.
¡Espacios donde pueden mirar su mundo interior, obtener información valiosa y luego recuperar su autoridad personal y tomar decisiones conscientes que transforman la forma en que experimentan sus vidas!
A través de coaching individual, coaching grupal y talleres, Meg ayuda a las mujeres a presentarse en el mundo con más amor y menos ego, más compasión y menos juicio, más vulnerabilidad y menos vergüenza, más agilidad emocional y menos miedo.
Meg vive en BC con su esposo de 22 años, dos hijos adolescentes y su pequeño perro Charlie.
Para obtener más información sobre Meg, visite su sitio web www.megheppner.com
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