A principios de este año, impartí una clase magistral para Happy Healthy Women sobre las 3 fases del crecimiento, en la que comparé la mente con un jardín y describí cómo nuestro crecimiento puede cambiar de forma y adoptar diferentes matices. En resumen, estamos en una fase de inactividad, de enraizamiento o de floración y, según dónde nos encontremos, nuestros objetivos, pensamientos, sentimientos y acciones resultantes serán muy diferentes.
Las fases de enraizamiento y floración son emocionantes porque es donde alcanzamos nuestro máximo potencial y entramos en una corriente creativa que cambia nuestra trayectoria.
Sin embargo, la fase inactiva puede parecer algo que deseamos evitar por completo a primera vista, porque parece algo contraproducente e incluso destructivo. Eso es cierto... y falso.
Aunque la fase inactiva puede ser conocida como la “Noche oscura del alma”, o agotamiento, o estancamiento irremediable, también es una oportunidad increíble para reagruparse, revisar los objetivos existentes y reescribir el próximo capítulo.
Habiendo visitado este estado varias veces, aquí están mis principales recomendaciones para maximizar la fase inactiva donde puedes salir de ella como el campeón que naciste para ser.
Hacer inventario
A menudo es fácil pasar por alto lo que nos hace verdaderamente poderosos y únicos, incluso en los mejores momentos. Aquí es donde entran en juego un diario y un bolígrafo (no un lápiz, hay una diferencia). Utilizando una variación del volcado mental de El camino del artista (de Julia Cameron), escribe todo, y me refiero a TODO, que te hace, bueno,... TÚ. No pienses demasiado, simplemente volca todo lo que te venga a la mente en 5 minutos. La clave aquí es mantener el bolígrafo en movimiento.
Haga las siguientes preguntas:
¿Dónde he visto esto antes?
¿Qué lecciones siguen apareciendo, pero con un disfraz diferente? Durante la mayor parte de mi carrera, sufrí el síndrome del impostor, a veces en proporciones paralizantes.
Con cada nuevo trabajo, el patrón era el mismo: euforia al principio, aprender todo lo que pudiera y luego asegurarme de que estaba contribuyendo al bien común. Al principio parecía una estrella de rock, pero cuando parecía que la luna de miel había terminado (según mi propia percepción), aparecía el síndrome del impostor.
En retrospectiva, ahora puedo ver claramente cómo me estaba limitando a mí misma (como Gay Hendricks). Al final, me volví inactiva, ya sea dejando el trabajo o siendo despedida, escapándome, básicamente, solo para terminar en otro entorno tóxico. Repetir una y otra vez.
No fue hasta que intercepté un correo electrónico de un vicepresidente destinado a mi director en ese momento que recibí y registré por completo el golpe final en la cabeza del Universo. No es sorprendente, ya que había ignorado cada uno de los empujoncitos hasta ese momento. En resumen, ese correo electrónico decía: "... Pensé que habíamos acordado que ella no aportaba ningún valor..."
Ouch…y gracias.
En definitiva, esto fue un regalo porque tuve que analizar, de una vez por todas, cuál era MI papel en ese patrón. Analicé detenidamente lo que podía controlar y lo que no. Siempre culpé a la política corporativa y a mi mala actuación, pero el hecho es que desempeñé un papel activo en la creación de ese entorno. Enseñé a la gente cómo tratarme. No era su reacción lo que podía controlar, sino mi propia imagen, mi propia autoestima, mi diálogo interno. Finalmente, tuve que aceptar el hecho de que nadie me trata mejor que YO.
Haga las siguientes preguntas:
¿Qué cosa puedo hacer hoy?
La acción, cualquier acción, mata las dudas. La forma más rápida de empezar a sacudir el suelo latente es hacer algo bueno por otro ser humano. Haz la llamada, envía la nota, haz un cumplido sincero, paga la próxima persona en la cola del café. Una dosis instantánea de dopamina.
Si tienes rituales diarios, asegúrate de mantenerlos en una fase latente. Si no los tienes, empieza a hacerlos (lentamente al principio, quieres que se mantengan). Y lo que es más importante, haz que sean innegociables. Es decir, si sudar la gota gorda en el gimnasio no es tu punto fuerte (hola, doble), haz que una simple caminata diaria sea innegociable.
Conclusión
Seamos claros: un estado de letargo no es algo malo, de hecho es necesario en algunas situaciones para que puedas dar un paso atrás y reevaluar. Sin embargo, puede convertirse en un desafío mayor si no se aborda adecuadamente y no te das la gracia necesaria para descubrir y superar las lecciones para poder llegar a la fase de enraizamiento y, en última instancia, a la fase de florecimiento (tu nueva normalidad).
Si algo de esto te resulta familiar, házmelo saber. Me encantaría conocer tus propias recomendaciones.
Acerca de Carole
Carole Filion es una coach de mentalidad que ayuda a mujeres de 60 años o más a redescubrir su magnífico ser y a planificar y vivir su próximo capítulo con entusiasmo, gracia y mucha diversión.
Siguela en Instagram @carolejfilion
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